dijous, 28 de febrer del 2008

"Yo no soy racista, pero..."

"Yo no soy racista, pero..." es una frase que todos nosotros hemos escuchado o incluso pronunciado alguna vez, quizás para disculparnos o evitar reconocer nuestras actitudes y comportamientos discriminatorios. Pues esta expresión suele ir acompañada de alguna opinión totalmente racista. Tras mencionar la frase se hace una crítica o se culpa a los inmigrantes de algo. Ejemplos claros serían estos: "Yo no soy racista, pero ya ves tú qué casualidad que los que roban "chalés" son todos rumanos" o " No es que sea racista pero no me gusta que gente de fuera invada nuestro territorio" o "Yo no soy racista, no me importa que vengan los inmigrantes, pero que vengan con trabajo." ¿No son estas, frases que llevan consigo una ideología racista o xenófoba? No hay que engañarse. España está llena de racistas. No entiendo, pues, el afán de la población española por querer justificarse. Quien formula esta frase quiere dar a entender de algún modo que es una persona completamente racional, tolerante, evolucionada, "moderna" y suficientemente "culturizada" como para darse cuenta de que no debe discriminar a las personas por cuestiones de etnia, raza o nacionalidad.
Sin embargo, ejemplos de prácticas racistas las vemos en todas partes, muy amenudo, tanto que algunas veces ni nos percatamos. Por ejemplo cuando en un diario leemos un titular tipo: " El asesinato lo cometió una persona de raza negra" o " Un inmigrante ha maltratado a una mujer" ¿Son necesarias estas concesiones para entender el artículo en sí? probablemente en algunos casos sí, pero en otros, es innecesario. Es cierto que los medios de comunicación cada vez van con más cuidado a la hora de hablar de personas de otras nacionalidades, procuran no influir a la sociedad sin incidir al racismo, aunque en algunas ocasiones se les pasa por alto alguna oración, o incluso titular que podría ser considerado racista. Asímismo en la política ocurre algo similar. Mismamente el lunes pasado, el candidato popular a la presidencia afirmaba: "No me gusta repatriar pero es necesario".
Se rechaza, desprecia, ofende y excluye a la población inmigrante básicamente por una serie de prejuicios de nuestra sociedad y que han perdurado de generación en generación. Hay pues, creencias culturales, religiosas... Las personas que discriminan a otras tienen temor a lo que es distinto, pues lo consideran una amenaza y esto puede traer consecuencias como la violencia física y por lo tanto, una violación a los derechos humanos.
Pero pensemos friamente. Por más que hipócritamente hablemos contra la discriminación, lo cierto es que la inmigración, o incluso el racismo es el gran negocio que nos permite mantener el nivel de vida tan alto que hemos conseguido en pocos años. Nuestra economía se sustenta, en parte, en un gran número de población extranjera a la que hemos acogido para que realicen por nosotros un trabajo que no queremos, y a la que mantenemos en un nivel inferior de especialización laboral, para poder tener nosotros un mayor nivel de vida. Pensándolo bien, la inmigración no es un problema para nosotros, los países desarrollados. Eso sí, debemos tener en cuenta que no deja de ser una solución, a veces la única solución, para los que abandonan sus países de origen.